La cancillería mexicana responde con contundencia a las acusaciones ecuatorianas sobre presuntos sicarios mexicanos que buscarían atentar contra el presidente Daniel Noboa. La tensión bilateral, lejos de menguar, se recrudece en medio de una crisis diplomática que aún no encuentra cauce.
México ha respondido con firmeza a las recientes acusaciones del Ejército ecuatoriano, que advertía sobre el supuesto traslado de sicarios desde México para atentar contra el presidente Daniel Noboa y su gabinete. En un comunicado oficial, la Secretaría de Relaciones Exteriores calificó tales afirmaciones como una “narrativa inescrupulosa” y reiteró su rechazo absoluto a cualquier intento de vincular al país con actos de terrorismo internacional.
El cruce de declaraciones aviva una crisis diplomática que ya de por sí se encuentra en su punto más álgido desde el asalto a la embajada mexicana en Quito, el 5 de abril de 2024. Aquel acto, considerado por México como una violación flagrante del derecho internacional, provocó la ruptura total de relaciones diplomáticas entre ambos países. La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que México no reanudará relaciones mientras Noboa continúe en funciones.
“No tenemos relaciones con Ecuador ni las vamos a seguir teniendo mientras Noboa ejerza el cargo de presidente”, declaró Sheinbaum durante su conferencia matutina, insistiendo en que fue él quien ordenó la invasión a la embajada mexicana, en un hecho sin precedentes para la diplomacia latinoamericana.
Noboa bajo presión interna y externa
El trasfondo de las acusaciones ecuatorianas parece tener una dimensión política doméstica. Daniel Noboa fue reelecto este domingo en medio de denuncias de fraude por parte de la candidata opositora Luisa González. A pesar de que el conteo final ratificó la victoria del mandatario, la sombra de la desconfianza ha complicado la legitimación de su triunfo, tanto dentro como fuera de Ecuador.
México, al igual que Colombia, ha optado por no reconocer oficialmente los resultados, una postura que algunos interpretan como un gesto diplomático prudente ante las denuncias de irregularidades. En contraste, el gobierno ecuatoriano ha buscado reforzar su legitimidad con una estrategia de “alerta máxima” que, según analistas, también funciona como una cortina de humo para desviar la atención de las críticas internas.
Soberanía y diplomacia: líneas que no se cruzan
La respuesta de la cancillería mexicana no se limitó a rechazar las acusaciones, sino que también sirvió como recordatorio del principio de no intervención que rige la política exterior del país. Desde la Doctrina Estrada hasta los recientes posicionamientos de la administración Sheinbaum, México ha defendido una línea clara frente a las crisis regionales: la diplomacia debe prevalecer por encima del discurso bélico o estigmatizante.
“Resulta preocupante que un gobierno recurra a estos discursos como estrategia de legitimación política”, opinó un exdiplomático consultado. “Vincular a otro país con amenazas terroristas sin pruebas claras es una acción peligrosa que debilita los canales multilaterales de resolución de conflictos”.
La región observa con atención
En un contexto de creciente polarización política en América Latina, la disputa entre México y Ecuador plantea preguntas mayores: ¿Dónde están los límites del poder presidencial cuando se trata de relaciones exteriores? ¿Hasta qué punto se puede usar el discurso del enemigo externo para consolidar autoridad interna?
Mientras tanto, organismos internacionales como la ONU y la OEA han evitado pronunciarse con contundencia, limitándose a llamados a la calma y el respeto mutuo.
Un punto de no retorno
La relación México-Ecuador parece haber alcanzado un punto de no retorno, al menos en el corto plazo. La postura de Sheinbaum ha sido clara: no habrá perdón sin respeto a la soberanía. Y en esa línea, el rechazo a cualquier acusación infundada forma parte de una defensa del prestigio y la dignidad de la diplomacia mexicana.
Queda por ver si la presión internacional, la moderación de otros actores regionales o una eventual mediación abrirán la puerta a una recomposición de los lazos. Por ahora, la diplomacia mexicana se mantiene firme, no solo en sus principios, sino también en su rechazo a discursos que —más que esclarecer— confunden, polarizan y ponen en riesgo la convivencia pacífica entre naciones hermanas.