En una coyuntura marcada por la tensión migratoria y la política electoral estadounidense, México ha elevado la voz para defender su soberanía. El reciente despliegue de tropas estadounidenses a lo largo de una franja de 18 metros de ancho en territorios fronterizos de California, Nuevo México y Arizona, ordenado por el expresidente Donald Trump, ha encendido las alertas en el Gobierno mexicano, que ha respondido con firmeza institucional: una nota diplomática formal y un llamado al respeto y la cooperación bilateral.
La presidenta Claudia Sheinbaum fue clara durante su conferencia matutina: “Hay diálogo con Estados Unidos y también enviamos una nota diplomática para recordar a Washington que no traspasara la frontera”. La jefa del Ejecutivo subrayó que el despliegue militar es una decisión autónoma del gobierno estadounidense, pero insistió en que no debe haber ninguna violación territorial ni se debe poner en riesgo la colaboración que ha permitido enfrentar temas sensibles como la seguridad, la migración y el tráfico de armas y drogas.
Un gesto firme, en tiempos de prueba
La decisión de enviar una nota diplomática no es menor. Representa una acción directa para reafirmar los principios de respeto mutuo y no intervención que han guiado la política exterior mexicana desde hace décadas. En esta etapa de transición internacional —con los comicios presidenciales de EE. UU. en el horizonte y un resurgimiento del discurso antimexicano en voces republicanas—, la postura de Sheinbaum busca contener los excesos sin escalar el conflicto, manteniendo abiertas las vías diplomáticas sin permitir que la relación bilateral se incline hacia la sumisión.
El discurso de Trump y la sombra del pasado
Donald Trump, en una entrevista reciente con Fox News, revivió su retórica habitual contra México, señalando que el país tiene “mucho miedo de los carteles” y utilizando el argumento del fentanilo y la migración irregular para justificar el endurecimiento de la frontera. Estas declaraciones —aunque dirigidas a su base electoral interna— resuenan en México como un recordatorio de una relación bilateral que ha tenido que reinventarse constantemente ante el vaivén político en Washington.
La narrativa de Trump omite un dato fundamental: los cruces irregulares están en mínimos históricos, según datos oficiales de ambas naciones. Aun así, la militarización de la frontera se presenta como una “solución” ante un problema que, en los hechos, ha disminuido, lo que revela el componente propagandístico de la medida más que una verdadera política migratoria sustentada en datos.
Claudia Sheinbaum: equilibrio y firmeza
La respuesta de Sheinbaum marca una línea de continuidad con la doctrina diplomática mexicana, pero también refleja un liderazgo sobrio, centrado y con visión estratégica. A diferencia de las reacciones impulsivas o patrioteras, la presidenta ha optado por el camino del diálogo y la exigencia de respeto mutuo, sin caer en provocaciones.
Este episodio confirma algo importante: Sheinbaum no rehúye los temas de política exterior ni cede espacios. Su tono es claro, su mensaje institucional y su prioridad es defender los intereses de México sin perder de vista la importancia de una relación bilateral funcional con Estados Unidos.
¿Y ahora qué sigue?
La tensión fronteriza no es nueva, pero la forma de gestionarla sí puede marcar la diferencia. Mientras Trump endurece su discurso y busca recuperar protagonismo con medidas de fuerza, el gobierno mexicano ha optado por la diplomacia activa y la legalidad internacional como herramientas para proteger sus fronteras.
México exige respeto, pero también ofrece cooperación. No se trata de ceder, sino de actuar con inteligencia. Y en ese sentido, el envío de la nota diplomática no es solo una formalidad: es un mensaje claro al mundo sobre qué tipo de país quiere ser México y cómo está dispuesto a defender su soberanía sin romper los puentes necesarios para el entendimiento.